jueves, 1 de mayo de 2014

MÚSICA PARA EL CORAZÓN

A
soma la mente a la luz y enciende un pensamiento, cae la tarde y un suspiro se escapa, la belleza se acentúa al percibir las curvas que autentifican su esencia de mujer. Entre telas que respiran sus silencios, alisa sus pliegues y estira sus penas, el dolor se quema a golpes de plancha mientras la música adereza con su sabor momentos de aciago. Sorbete de hielo picado que enfría el color y baja el tono que el calor había conseguido alzar. Calla el miedo, el amor intentaba escuchar para erradicarlo, cobarde silencio que esconde su ausencia para no ser descubierto, taladra sin voz y equivoca a la razón para no ser eliminado de un trazo. Por fin la luz incidió en la verdad y atrapó aquella aparición escondida y enjauló su poder, arrecia el silencio y toma nota la palabra para posicionarse y lograr escribir aquella página en blanco que amenazaba en silencio notas. Notas que esperaban también en silencio tras el miedo para hacer sonar la melodía del perdón. Se perdona al miedo si logra callar su maldad y deja escuchar la razón. Razón por la cual la verdad toma posesión y deja claro cuales son las pautas que debe seguir el amor para hacer realidad su sueño y dejar atrás quimeras asustadas por crueles serpientes salidas del miedo, la tarde comienza a encender la pasión, se inclina la balanza hacia el amor, fuego que ardía en el alma pero que, al escuchar silencios, callaba su llama y ahogaba sus gritos en la quimera, el sueño dormía, pero despertó el amor y prendió de nuevo.

Brillaban sus ojos
mirando
ese corazón
que ardía en el deseo,
encendía el placer
y vibraba el alma
entrelazando
sus dedos,
manos que
de la pasión
amasaron valor
para enfrentarse
a sus miedos.

Miguel Urbano Peralvarez.

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