viernes, 12 de diciembre de 2014

TRAS LA LUNA DE OTOÑO, UNA ESTRELLA.

Aquí os dejo otro fragmento de "Tras la luna de Otoño, una estrella"

El sol creaba el ambiente y el día se anunciaba anticipando un cambio, el invierno se asomaba por la ventana mientras la luna se despedía con una sonrisa, un horizonte anaranjado la acogía llenando de alegría el amanecer. El sol derramaba sus rayos y nos dejaba ver más allá de nuestros pensamientos, el alma despertaba sus sueños y la tierra aclaraba su garganta para entonar cánticos de esperanza, sonidos que llenaban las ciudades de humanidad dormida, quedaban estas pequeñas al rebosar de sentimientos aquella melodía. Lágrimas convertidas en gotas de rocío daban la bienvenida a una jornada que se anunciaba entrañable, frío amanecer que dejaba su impronta en el alfeizar de la ventana, junto a aquellas gotas que formaban el espejo de la mañana el hielo se iba adheriendo al cristal resquebrajando la quietud de aquel silencio. Callado, escuchaba el lamento de su jardín al que sentía apagado, quiso darle un poco de color. La navidad se presentaba reclamando armonía y claridad, la nieve aun no había llegado pero avisaba que lo haría, el sol escondía sus brazos ente nubes de un gris especial, muy pronto. En lontananza un horizonte ennegrecido perseguía a la mañana para envolverla en un manto blanco, José observaba aquel jardín y se durmió en su sueño, vergel soñado en cuyo estanque de aguas cristalinas una pequeña gabarra silbaba sus velas marcando surcos hacia su destino. Sentado junto a Isabel remaba con el espíritu libre, un banco de peces llamó su atención, breve instante en el que la imaginación le guió hacia el fondo de aquella laguna, algo brillaba allí a lo lejos, acercó su mirada hacia el sueño y descubrió aquel diamante engarzado en amor, oro forjado en una sortija de ilusión, y quiso rescatarlo pero un pez se lo impidió, una luz le devolvió a la memoria y recordó que aun esperaba ser grabado en la joyería donde lo compró. Despertó con ganas de regalar y se dispuso a mejorar sus plantas, unas azucenas o unos claveles, su hermana le comentó días atrás sobre las violetas persas, alhelíes de invierno o quizás crisantemos. Pero estos últimos le resultaban demasiado tétricos, entonces se acordó de los geranios que daban buenos resultados en cualquier época. Generosidad, quería darle generosidad, flor de pascua en ese rincón mas resguardado y unos acebos darían colorido al jardín cargándolo de optimismo. Se perdía la mente en las macetas y en su pensamiento una mujer, dulce ensalada de sensaciones en la que el amor le daba el condimento, sal agradecida que regalaba sabor al alma. No escatimaba el corazón sangre para regar el sentimiento, dulce néctar de unos labios que se convertirían en el postre de aquel festín de sueños al regalar sus besos para endulzar el pensamiento.

MIGUEL URBANO PERÁLVAREZ.

Registrados los derchos de autor.

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